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Imagen obtenida del banco de fotografías de http://www.sxc.hu/profile/Ayla87 |
En las condicionantes difíciles de nuestro país el tema de las adicciones, y sus repercusiones en toda la esfera social, no es un asunto menor. Cierto es que desde la perspectiva de las instituciones se ha caminado mucho, pero también en forma complementaria es justo reconocer que aún hay mucho trecho por recorrer. La perspectiva macro del sistema procura adaptarse y generar alternativas para combatir la problemática desde diversos ámbitos. Hay, si uno revisa, una gran cantidad de estrategias, planes, acciones, iniciativas, ideas y metas al respecto de este fenómeno. Toda la estructura o andamiaje por lo menos está colocada. Pero a pesar de ello parece que no avanzamos y da la impresión que estamos en medio de un marasmo de acciones que no alcanzan a ejecutarse e implementarse en nuestro beneficio.
Los discursos, provenientes de diversos programas, estrategias, acciones y un largo etcétera obligan a memorizar conceptos y a circunscribir posibilidades; el remedio nos hace más daño que la enfermedad. Por eso es urgente que seamos capaces de ajustar el lente de la cámara para visualizar mejor las alternativas que tenemos y que son de más inmediata aplicación que los grandes y ambiciosos programas institucionales. No digo que abandonemos las grandes cruzadas sino que les demos un sentido más personal y por ello más vinculante.
Creo que es necesario generar experiencias, alternativas a engorrosas capacitaciones conceptuales, que les permitan descubrir o redescubrir la posibilidad de acción que poseen como quienes están al borde del problema. No veo mal las grandes acciones pero son insuficientes si no podemos dar un protagonismo más realista a lo que es posible hacer desde los ámbitos inmediatos. Ya hemos invertido mucho en decir “No a las drogas”, digamos “sí a la vida”, “sí a las alternativas”, “sí a lo que papá y mamá pueden hacer por el gran amor que tienen por sus hijos”, “sí a lo que las y los profesores pueden hacer cuando se preocupan y ocupan de sus alumnos”. De esto último, poco se habla, poco se hace.
Pienso que es posible, mediante la reflexión de la experiencia de cada quien como padre y/o madre de familia, de cada quien como profesora y como profesor, encontrar vías de solución inmediatas y creativas en beneficio de las y los adolescentes. Pero nos han acostumbrado a que todo debe venir de arriba; la revolución educativa que muchos pretendemos parte de no ir por la vida asignado deberes prefabricados sino de utilizar nuestra razón y nuestras emociones para ir descubriendo en modo eminentemente personal lo que significa ser padre y madre de familia, lo que significa ser profesor, profesora de un grupo de alumnos en esta época convulsa. Si redescubrimos nuestro papel y rol, a la luz de la experiencia misma, será más fácil comprometernos con nuestras responsabilidades que si vienen otros a decirnos lo que tenemos o debemos hacer.
Las adicciones entonces, en su abordaje preventivo y de atención, requieren un viraje específico. Debemos reconocer que las personas no somos resortes que las instituciones mueven a placer para autojustificar su eficiencia.
Reflexiones finales:
¿Qué puede hacer usted hoy como padre y/o madre de familia?
Piense en el sentido que le brinda a estas vocaciones de vida que ha recibido y encontrará una ruta específica de acciones concretas que puede realizar. La experiencia de nosotros mismos es fuente de conocimiento, aprendamos a escuchar lo que como personas somos y hacemos y después hablemos de las grandes iniciativas programáticas.
¿No le parece?
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Estas ideas han venido a mi mente como especial área de interés al impartir hoy una conferencia para padres y madres de familia en un colegio de la Ciudad de México. A los asistentes que hoy me acompañaron, a esos padres y madres de familia preocupados por sus hijos, les dedico estas ideas que espero materializar en acciones específicas que sirvan como punta de lanza para la reflexión personal.
¡Correcto es necesario generar experiencias más allá de lo que comúnmente se le conoce como: ¨choros¨ (sobretodo en el trato con adolescentes o jóvenes)! Lo anterior me lleva a pensar que si bien como formador (siendo padre de familia, profesor, etc.) es vital generar experiencias, a su vez, es necesario acompañar a los hijos y alumnos en las mismas experiencias de la vida, pues si bien nosotros como formadores apasionados podemos generar espacios y situaciones donde la experiencia lleve a un aprendizaje significativo y en el mejor de los casos a un cambio de actitud y comportamiento, nada suple a la misma vida. Por eso el rol de la familia, una vez más, es fundamental, pues quienes acompañan, de primera mano, a los hijos en las experiencias radicales de la vida son los padres y es con amor y generosidad que en el acompañamiento de las experiencias se hace de la vida un constante aprendizaje.