Las dimensiones a desarrollar en tu liderazgo
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En la antigüedad ser observador era una preciada profesión, un oficio valorado. Ya fuera en el frente de batalla, o en las travesías marítimas, quien desempeñaba este puesto sabía que tenía que ir a lo más alto para que, con una visión panorámica, pudiera proporcionar información, la mayoría de las veces vital, para el logro de un objetivo o para la superación de un obstáculo.
De ahí que quien dominaba la parte más alta y podía ver mejor, solía salir la mayoría de las veces victorioso de los retos que enfrentaba. La estrategia de los contrarios, incluía además, la lógica de “nulificar” al vigía o dominar los puntos de observación antes que el enemigo. La posibilidad de ver más allá de los demás era clave del éxito. También, si lo pensamos un momento, la observación con altitud de miras es clave para nuestro desarrollo personal y profesional. Tener mayor información, nos permite decidir mejor.
Hoy quiero, partiendo de esta imagen mental que he evocado brevemente, invitarte a ser el principal vigía en tu travesía cotidiana. A que puedas desarrollar la actitud de observar desde lo alto lo que te acontece y, a partir de ahí, poder plantear alternativas y soluciones.
Observar desde lo alto implica mantener la apertura para reconocer que las cosas que nos pasan pueden no corresponder al 100% con lo que nosotros pensamos o consideramos, incluso, sobre nuestra propia vida. Admitir que la realidad, tal como es, puede ser diversa a cómo nosotros somos capaces de percibirla. Este es un primer peldaño en el mastil para obtener una visión panorámica.
Por otro lado es justo reconocer que un buen vigía puede también, para ser más efectivo, considerar como un hecho comprobable que hay un límite natural a su propia apreciación del horizonte. Distinguir a “vuelo de pájaro” lo que alcanza a percibir de lo que no puede, por el límite natural de la vista humana, se vuelve crucial para su actividad observadora.
Saber que “hay algo más” de lo que alcanzamos a mirar, no solo implica “afinar” el ojo, sino reconocer que puede faltarnos alguna información para decidir adecuadamente y que deberemos imprimir cautela al curso del viaje en el que nos encontramos. Advertir riegos a la distancia puede ser todo un arte cuya práctica conlleve tiempo y pida esfuerzo (¡recuerda tener cuidado con la comodidad!).
Registrar, llevar una anotación puntual, ya sea mental o escrita, de aquello que se ha apreciado se vuelve considerablemente relevante para quien observa. Yo me atrevo a sugerir que el registro se lleve de forma escrita; hace tiempo leí a Jean Guitton, genial filósofo francés, con una máxima que ha sido importante en mi vida:
“lo que no se anota, se condena al olvido”
No es casual que los grandes escritores, sean también excelentes observadores de la realidad que les rodea. Quien no registra lo que observa deja al tiempo sus pensamientos. La recomendación de una bitácora desde las alturas no es aquí algo casual.
En el diálogo con personas que son cercanas a nosotros podemos encontrar también “ascensores” a la posición más alta de nuestra percepción. ¿Te ha pasado que en un diálogo tu interlocutor es capaz de plantearte una pregunta efectiva o mostrarte un ángulo diverso desde donde puedes “ver” mejor? Es como si un velo se corriera y nos permitira ver el cuadro entero, que estaba cubierto, ante nuestros ojos; una experiencia liberadora obtenida gracias a la conversación.
Hablar sobre nuestros retos, y nuestros desafíos, desde la posición que observamos la realidad no es un ejercicio vacío y carente de significado. Solo hablando somos capaces de entender a cabalidad lo que pensamos y sentimos (por eso dicen que la palabra, y sobre todo la verdad en esa palabra, nos libera de la posición parcial en la que podemos encontrarnos). Sin embargo debemos estar atentos, pues al regresar sobre nuestros pasos, o al equivocarnos de senda y vernos arribar al mismo punto del que partimos por otro camino, debemos saber que es necesario “subir” para ver mejor.
Debemos estar dispuestos a detener el rumbo y buscar un punto de apoyo para lograr una mejor vista. Tengo un eco, poderoso mientras escribo ahora, de la frase célebre de Kierkegaard:
La vida solo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede vivirse hacia adelante.
Esto es lo que buscamos. El punto que nos permite ver de dónde venimos, pero que nos conceta a dónde vamos. ¡Helo ahí! ¡El punto más alto de tu percepción!
Comprender el movimiento de la vida, el bordado de la biografía personal, te permitirá no solo remontar el vuelo, sino disfrutar del hecho mismo de volar.
Para despedirnos hoy, algunas ideas de lo que una visión panorámica puede aportarte:
Un buen proceso de Coaching debería ayudarte a lograr conectar con ese punto alto de observación personal; el coach, debe ser un aliado del vigía interno en pos de objetivos concretos que buscan transformarse en realidades. En este camino:
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